El director de ‘Jack en la caja maldita’ se la vuelve a jugar una vez más pero con otra historia que no convence
Un robot poseído y una historia que no termina de cerrar
Desde el arranque, la historia desorienta. Un nene de mirada vacía mata a su madre en su cumpleaños. Después lo balean. Sin explicación, el relato avanza más de tres décadas. Ahora un viejo construye un androide que, sin dudarlo, mata al gato de la casa.
Enseguida aparece una pareja en la playa. Los espían desde lejos. Al tipo le llega un mensaje amenazante. Una deuda sin pagar y una amenaza violenta. Todo eso sucede en menos de diez minutos. Es lógico preguntarse: ¿qué estamos viendo? Un slasher, un thriller, una película de ciencia ficción... Rob1n, el poseído no se decide y eso pesa.
La trama gira en torno al espíritu maligno de Robin, el chico asesino, que termina metido en el robot. ¿Cómo llegó a eso? Nadie lo explica. El androide fue creado por su padre, quien ahora es un anciano. La idea no tiene lógica ni coherencia. Solo funciona como excusa para hacer avanzar la historia.
A esa casa llega un sobrino con su novia. El viejo está enfermo. También hay una enfermera que aparece poco y desaparece rápido. El guion empieza a llenar la historia de personajes sin mucho sentido. Los mete solo para que los maten y sumar cuerpos al conteo. Como el robot no puede mover cadáveres, todos entran a la casa por alguna razón. Y ahí esperan, como si no tuvieran otra cosa que hacer.
El director repite fórmulas. Toma ideas de otras películas. Hay homenajes forzados a La profecía y momentos donde el muñeco aparece y desaparece como por arte de magia. Parece que todo vale con tal de sumar sustos. La lógica interna se rompe cuando más debería sostenerse.
Lawrence Fowler vuelve a intentarlo tras su saga de Jack en la caja maldita. Tiene pasión por el género, pero le falta una idea fuerte que ordene todo. Esta vez no alcanza. El miedo no llega, la trama se desarma y el muñeco asesino ni siquiera resulta inquietante.
Regular
Desde el arranque, la historia desorienta. Un nene de mirada vacía mata a su madre en su cumpleaños. Después lo balean. Sin explicación, el relato avanza más de tres décadas. Ahora un viejo construye un androide que, sin dudarlo, mata al gato de la casa.
Enseguida aparece una pareja en la playa. Los espían desde lejos. Al tipo le llega un mensaje amenazante. Una deuda sin pagar y una amenaza violenta. Todo eso sucede en menos de diez minutos. Es lógico preguntarse: ¿qué estamos viendo? Un slasher, un thriller, una película de ciencia ficción... Rob1n, el poseído no se decide y eso pesa.
La trama gira en torno al espíritu maligno de Robin, el chico asesino, que termina metido en el robot. ¿Cómo llegó a eso? Nadie lo explica. El androide fue creado por su padre, quien ahora es un anciano. La idea no tiene lógica ni coherencia. Solo funciona como excusa para hacer avanzar la historia.
A esa casa llega un sobrino con su novia. El viejo está enfermo. También hay una enfermera que aparece poco y desaparece rápido. El guion empieza a llenar la historia de personajes sin mucho sentido. Los mete solo para que los maten y sumar cuerpos al conteo. Como el robot no puede mover cadáveres, todos entran a la casa por alguna razón. Y ahí esperan, como si no tuvieran otra cosa que hacer.
El director repite fórmulas. Toma ideas de otras películas. Hay homenajes forzados a La profecía y momentos donde el muñeco aparece y desaparece como por arte de magia. Parece que todo vale con tal de sumar sustos. La lógica interna se rompe cuando más debería sostenerse.
Lawrence Fowler vuelve a intentarlo tras su saga de Jack en la caja maldita. Tiene pasión por el género, pero le falta una idea fuerte que ordene todo. Esta vez no alcanza. El miedo no llega, la trama se desarma y el muñeco asesino ni siquiera resulta inquietante.
Regular
