La nueva versión del Hombre de Acero se anima a bajar a la Tierra con
sensibilidad, humor y sin enroscarse en universos paralelos

James Gunn logra armar una
película que encuentra el equilibrio justo entre el espectáculo y la emoción.
Sin complicar la trama, logra que el personaje más clásico del cómic vuelva a
tener sentido hoy. Lo primero que llama la atención es el nuevo Superman.
David Corenswet no busca romper moldes, pero le encuentra una humanidad que
hacía tiempo el personaje no tenía.
Tiene algo del aire de Christopher Reeve, y por momentos hasta nos recuerda
muchio el personaje al piloto argentino Franco Colapinto por su gran parecido
físico. Este un Superman que duda, que confía, que se equivoca. Y esa
vulnerabilidad es lo que lo acerca más al espectador que cualquier efecto
especial.

La película no arranca desde cero con la historia del planeta Krypton, sino
que opta por un resumen ágil que nos mete rápido en el presente. Clark Kent
aparece ya siendo Superman, pero no en su mejor momento. Derrotado, herido y
recomponiéndose gracias a la ayuda de unos robots y su perro Krypto (sí, un
perro blanco que viene del espacio). Y aunque esa escena en la que Ultraman
golpea al perro quedó afuera del corte final, se sabe que existió y que fue
una decisión consciente no incluirla pero que quizás próximamente lancen una
versión extendida donde sí incluya a la escena eliminada.
El guion no necesita grandes vueltas para explicar quién es quién. La
construcción de personajes está bien trabajada y el humor no interrumpe, sino
que acompaña. Aparecen varios enemigos: un Lex Luthor interpretado con soltura
por
Nicholas Hoult, una villana venezolana que tira frases en español, y un monstruo que lanza
fuego como si saliera de una película japonesa. También hay espacio para
aliados pero no vamos a spoilerar nada.
Gunn tiene experiencia en manejar grupos de personajes (ya lo hizo con
Guardianes de la Galaxia), y acá vuelve a demostrarlo. Hay muchos nombres,
muchos poderes y muchas subtramas, pero nada se le va de las manos. Incluso
hay guiños a temas actuales: las fake news, los bots, los debates sobre si
Superman es un héroe o una amenaza. Todo eso está, pero sin subrayados
innecesarios. Lo que también sorprende es el tono. Lejos del dramatismo oscuro
de Zack Snyder, esta nueva versión apuesta a la luz, tanto literal como
simbólicamente. Hay emoción, pero sin golpes bajos. Hay nostalgia, con
referencias musicales de John Williams. Es una película que, en vez de querer
reinventar todo, se detiene en lo que importa: hacer bien lo básico.
Buena